domingo, 29 de octubre de 2017

Androides y ovejas eléctricas

Un eco resuena en unas ruinas de lo que fue, ahora la radiactividad inunda lo que antes fueron enormes ciudades, convertidas en polvo, ruinas en el desierto, tormentas de arena y lluvia ácida. La vida en la tierra tiene fecha de caducidad, las exocolonias son el futuro, a un planeta que se muere. Los Ángeles, “cuna del ciberpunk” en el universo Blade Runner, una de las últimas ciudades sobre la superficie terrestre y aparece un brillo de esperanza entre tanta oscuridad. Un velo suave e impalpable. La sociedad está hundida en una mísera superficialidad, de pesado manto materialista, sexista, abigarrado y frívolo. La corporatocracia y sus nuevos dioses en forma de productos, franquicias y marcas, la nueva religión, también son los dioses de la biomecánica y biotecnología. Pero del seno creativo del humano, que creó unos nuevos seres, ahora estos presentan más humanidad que los mismos humanos, y se asoman al horizonte como un atisbo alentador entre la negrura abismal de lo real.


    ¿La continuación de la humanidad en algo fabricado por ellos mismos? Robots, androides, máquinas, replicantes..llámalo como quieras. Todo impregnado del mismo concepto, la voluntad de poder, de superarse e ir más lejos, la esencia de la condición humana, traspasada a otra nueva forma de vida, de existencia y consciencia ¿Y sí ese es nuestro destino, nuestro sentido inconsciente y por eso lo plasmamos en todas la expresiones artístico-culturales de la ciencia ficción?, pues lo sabemos interiormente, lo transportamos en el inconsciente ¿es ese el nuevo horizonte esperanzador? ¿el gran medio día? ¿La revolución que está por venir? Las limitaciones primitivas y antiguas del humano sólo nos han llevado a crear lo nuevo y mejor por venir. Pero el humano alienado en su realidad virtual llamada sociedad, no puede verlo. Su enajenación impide quitarse el vendaje y la cadena esclava. Sin embargo, estos replicantes están dispuestos a romper con todo esto que el humano convencional, de carne y hueso, no pudo antes, ni puede ahora.


    Los personajes principales tanto de las dos películas, como del libro representan lo mismo. La búsqueda interior de uno mismo y el sentido de la vida, cuestionando su propia existencia y su ser ¿Quizás hay algo más importante en la vida? Todos cumplen a la perfección la mitología del héroe, el monomito tantas veces repetido, del que se impregna toda creación humana. Como manifestación de los arquetipos que albergamos como el oro oculto en la sombra, que todos transportamos sin saberlo en nuestros hornos internos. El secreto alquímico transmutador del espíritu humano. Primero una llamada que no quiere ser escuchada por el héroe, y que niega, pero que inevitablemente lo atrae a su camino o viaje iniciático, hacia un gran descubrimiento, el de sí-mismo. El necesario y liberador proceso de individuación. Que requiere siempre un sacrificio y pasar por innumerables nuevos peligros, algunos viejos que esperaban al acecho, agazapados entre la negrura del derredor. Son las pruebas, donde el héroe tendrá que superarlas una a una. Trampas o los regalos del devenir, según como se mire. Quizás el destino vigilando en su camino, haciéndolo dudar y cuestionarse aún más. Los daimones y sus fuerzas ocultas arrojando al héroe toda clase de suertes o infortunios. Al igual que los encuentros que inesperadamente le aportan una nueva evolución en el viaje heroico. Que es más bien interior que exterior. Todo esto lo llevará hasta la última fase. La etapa definitiva, donde el héroe debe enfrentarse al dragón, a sus demonios, a las bestias de sus más profundos miedos, dicho con otras palabras, contra sí mismo. Una batalla que traerá una recompensa si se sale victorioso. Un trofeo, un elixir, la cabeza del dragón, que es más bien la asimilación de su propia sombra, la negrura que todos llevamos dentro, el equilibrio de los contrarios, que unos y otros se empeñaron en llamar el bien y el mal, y separarlos por desgracia. Pero la clave estaba en volverlos a juntar en un matrimonio sagrado. Pues ambas partes forman parte del ser, y una parte no puede existir sin la otra, tampoco la polarización o la unilateralización hacía uno de esos polos, pues eso llevaría a la locura. Lo más desafiante y difícil es la única salida, la reconciliación y unión de está dupla separada por las morales esclavas impuestas a priori . Y eso es sólo con el Amor, que es la reafirmación de la vida, la regeneración, la renovación de esta fuerza misteriosa y universal. Para ello el héroe debe sacrificarse y morir, para volver renovado, distinto, con algo nuevo, con la lección aprendida y el nuevo mensaje que ha de liberarlo a él mismo y a la humanidad de la esclavitud. Ese es el viaje que emprenden todos los personajes principales de este universo fascinante. Roy (Rutger Hauer) con sus lágrimas en la lluvia, Rick (Harrison Ford) y Rachael (Sean Young) en su huida al amor o K (Ryan Gosling) en la búsqueda del pasado que nunca tuvo.






¿Qué aporta el nuevo film a está historia universal? Blade Runner 2049, llevada tan bien acabo por el prometedor Denis Villeneuve es una continuación de la primera parte, la obra maestra de Ridley Scott, quizás sin el mismo lirismo, romanticismo y poesía en su narrativa, al menos de forma tan elegante y directa, quizás sin su trasfondo original. Pero, sin embargo, al ir yendo pensando poco a poco en esta continuación, hay ideas, mensajes ocultos trasmitidos por su estética y narrativa, que van ensanchándose en el interior de un alma sensible, y llegas a la conclusión de que tiene la misma fuerza, poder y poesía que la primera. Un lirismo similar. Un romanticismo poético y desbordante, que empieza de forma sutil y a veces brutal, irrumpiendo a retazos como un mar tempestuoso, ese mismo que choca contra el muro que protege a la ciudad de Los Ángeles, en ese futuro distópico de 2049, dentro del universo de Blade Runner. Universo posible, cada vez más cercano, mirando hacía donde vamos. Aunque la distopía en la que realmente vivimos en nuestro presente puede ser igual o más brutal. El zeitgeist que caracteriza nuestros días, no se aleja mucho del de esta obra magnífica de la ciencia ficción.


    La poderosa estética y sonido, te sumergen en el universo Blade Runner. Y esa música que recuerda a las composiciones del mismísimo Vangelis, compositor de la música de la primera. Hans Zimmer una vez más está a la altura de los grandes y aporta algo nuevo, nunca escuchado antes, poderoso, enigmático y oculto. Esos escenarios gigantescos, desolados, nos mandan un mensaje que nos advierte de como nos puede ir en el futuro si seguimos viviendo así, como esas granjas, esos campos vastos casi infinitos donde se cultivan gusanos proteicos, por llamarlos de alguna forma, pre-diseñados genéticamente gracias a la biotecnología e ingeniería genética. O el vasto lugar donde se desechan toda la basura electrónica, los inmensos basureros electrónicos y los niños trabajando para poder aprovechar esos despojos cibernéticos, al mando de un cruel y tiránico superviviente del atroz sistema. La necesidad de sobrevivir te hace adaptarte y encontrar diversos caminos para ello. El universo de Blade Runner 2049 nos muestra más esta realidad, sórdida y abrupta, más sútil en la primera película. Superpoblación en las ciudades, donde se aprecia una adicción frívola por el sexo y lo rápido. Lo frenético y lo descarado. Un machismo rezuma en el ambiente, señal del triunfo de los valores tradicionales de los antiguos sistemas sociales que precedieron a este neo-capitalismo. Es el un capitalismo igual, una corporatocracia similar, pero menos sutil, más agresiva y directa.


    La lluvia, la nieve o tal vez cenizas, todo se confunde entre una capa de niebla que no es más que la contaminación omnipresente, no deja pasar nada más que un leve atisbo de luz en el día. Las noches son frías y ásperas. Esos hologramas acompañando al paseante por avenidas y calles. Cierto atractivo en tan inquietante panorama. Las luces fluorescentes resplandecen y los sonidos de la ciudad hipnotizan pese a su hastío. Los fogonazos proyectados a la atmósfera de la Blade Runner anterior, ahora son sustituidos, por enormes torres que desafían la misma estratosfera. Las pirámides del dios de la biomecánica anterior (Tyrell corporation), son anecdóticas ante las pirámides de ese nuevo Dios (Wallace corporation). La simbología egipcia sigue tan presente. Al igual que impresionantes estatuas femeninas como las que aparecen en Las Vegas. Los animales son el artículo más valioso, como lo era en el libro. Animales reales. La sexta extinción masiva ha colapsado la biodiversidad en La Tierra, ¿la causa? la actividad humana. Son símbolo de poder y prestigio. Esto se ve reflejado en todo el universo, desde el libro hasta este último film.








El futuro está fuera de la tierra, en las exo-colonias, y para ello necesitan mucha mano de obra. Esto es lo que representan los replicantes para los intereses de los humanos. Sobre todo Wallace and company. Para ello anhela el gran milagro obrado por Tyrell y que él es incapaz de alcanzar, que los replicantes puedan engendrar vida, nuevos replicantes por sí mismos. Y en su ambición, está dispuesto a cualquier cosa. El mismo se llama padre de millones de hijos, lo que son los androides para él, sin embargo no duda en sacrificarlos en un segundo para demostrarse a sí mismo su poder. Como una divinidad mesiánica, que ha venido a La Tierra a salvar a la humanidad. Primero del hambre con sus avances en la biotecnología, creando esos nuevos superalimentos diseñados en laboratorio, luego con su sueño de las exocolonias y los replicantes como mano de obra esclava. Y aquí es donde entra en juego K o como será más tarde bautizado: Joe. Que no será más que el puente, por el que la esperanza de los replicantes se alce en una rebelión, la conquista de su libertad. Aunque para ello K deberá sacrificarse, es necesario. Y al final comprende el último mensaje en su camino de búsqueda. El mensaje del amor. Descubre no ser el niño de “sus recuerdos”, el elegido que liderará la revolución, pero será la clave para que esto suceda; pues juntará lo que se separó una vez, al padre y a la hija. Así, está listo para morir, como Roy comprendió bajo la lluvia y con la paloma en la mano, símbolo de paz, que no es otra cosa que el equilibrio entre los contrarios antes mencionado. Roy mató a su creador como venganza, pues quería vivir más, y en el mismo instante que moría comprendió. Así se traza esa conexión entre K y Roy. Los dos entienden al final de todo, al terminar sus viajes, sus caminos, unidos en el mismo punto. Los replicantes son la nueva clase despreciada y los nuevos parias; desechados, insultados, martirizados y usados. Esclavos maltratados, pero en su seno portan la luz del mañana. Al final, han sabido lo que significa ser humano, mientras que los que se hacían llamar eso mismo, se perdieron hace ya mucho tiempo y dejaron de serlo.

    La obsesión por los ojos, la mirada que Ridley dejó impregnada en Blade Runner aún se aprecia en Blade Runner 2049. Los ojos son a término el espejo del alma. Por lo tanto, el ser humano ha perdido el alma, que ahora los replicantes han desarrollado. Como si Prometeo hubiera robado este fuego una vez más, ahora a los humanos; el que una vez dió a estos. El símbolo de que la continuación del espíritu y alma humana, del ánima, está en ellos, los replicantes. El ansia del humano por la conquista de los nuevos horizontes y su curiosidad felina, lo ha llevado a una nueva fase. Su deseo de conquistar las estrellas lo llevó a crear una nueva raza esclava. Pero ellos, son una continuación del humano, de la condición humana. Con sus males y bondades, luces y sombras, miedos y esperanzas. Tal vez, una evolución de la humanidad, por eso hay una revolución en marcha, para intentar liberar a esta nueva forma de vida y consciencia, de la esclavitud. Una vez más el monomito, del mesías salvador, el Moisés que viene a liberar a su pueblo de la esclavitud o el Cristo. Profetas que anuncian una nueva era, para un pueblo y su liberación de la subyugación. En los ojos de los replicantes está esa chispa inevitable, la vida abriéndose paso una vez más y buscando nuevos horizontes donde extenderse, como la mayor fuerza del universo, como lo es el amor, algo igual de espontáneo, que surge y es imposible de frenar. Un torrente poderoso que anegará todo rincón. Así es este símil, vida-amor, esa dupla que son una misma cosa. La voluntad de poder, de superarse la vida una y otra vez. Y esa llama es la que arde en los ojos de K. La misma que ardía ya en los ojos de Rick Deckard, Rachael o el mismísimo Roy Batty. Androides más humanos que los humanos, buscándose a ellos mismos, más que en un viaje exterior en uno aún más profundo y lejano, el de encontrarse a ellos mismos y responder a las cuestiones más hondas de la existencia del ser y del mismo universo. Un verdadero ejercicio heroico y de valentía, cuestionándose su existencia y el sentido de la vida ¿Son las memorias lo que nos definen como humanos, los recuerdos del pasado? ¿El haber sido engendrados y nacido de un vientre? ¿Acaso tenemos alma? ¿Quién soy? ¿Hacía donde voy? ¿Qué es la vida?








Una vigorosa chispa, una pena insertada que los guiará más lejos de lo que hubieran soñado. El viaje hacía sagrados templos ocultos en abismos imposibles y misteriosos, guardados en las profundidades del ser. Esa estética de enormes estatuas femeninas, figuras egipcias, pirámides y altos edificios, como templos divinos, donde los dioses aguardan para responder tales preguntas. Como Niander Wallace (Jared Leto) o Dr. Eldon Tyrell (Joe Turkel), los dioses de la biomecánica creadores de los replicantes, sentados en sus tronos numinosos en sus templos. Creadores también creados, ¿pero por quién? Buscan las mismas preguntas que los replicantes y en su intento de búsqueda de respuestas, crearon vida, una nueva forma de vida, con capacidad de amar y de vivir. Con la voluntad de poder inserta en sus espíritus. Con ánima.   




Blade Runner 2049 es una interesante continuación de la historia y el universo Blade Runner, que hay que ver con una actitud y una sensibilidad profundas. Quedarse en la cáscara, en el velo estético, sería un error, que ciega a ver los poderosos mensajes y metafísica ocultos como regalos, que todos llevamos en nuestro interior, y pocos se atreven a conocer. Si por algo se define Blade Runner y sus personajes, es por la búsqueda, el camino hacía conocerse a uno mismo y cuestionarse.







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