domingo, 3 de septiembre de 2017

Nietzsche tenía razón

Por fín llegó el momento, dedicar uno de mis breves ensayos, a uno de los filósofos que más han influido en la cultura occidental en los dos últimos siglos. Sus ideas han sido muy controvertidas, además, tergiversadas y maltratadas, no en pocas ocasiones diría yo, pero también, según mi opinión, han sido las más valientes, las que más se han acercado a describir nuestra realidad humana. Como un canto a la vida, lleno de fuerza, una corriente que viene arrastrar todo eso que suena viejo y nos ata. Tristemente, esas ideas han sido usadas una y otra vez, para justificar ciertos discursos y acciones por parte de distintos grupos a lo largo de la historia, algo que incluso él mismo predijo. Se trata de Friedrich Wilhelm Nietzsche (Röcken, 15 de octubre de 1844-Weimar, 25 de agosto de 1900).
    Es difícil leer y entender Nietzsche, malinterpretarlo es fácil. Incluso, suele ocurrir que cada uno que lo lee, coge unas ideas de acá, otras de allá, y las mezcla; para confirmar las propias ideas que tiene el lector de antemano y reafirmarse en ellas. No, para comprender a Nietzsche, hay que deshacerse de todos los prejuicios, ideas preestablecidas y leerlo a corazón desnudo. Esto implica un ejercicio de gran agalla. Muchas cosas que el filósofo dice, no gustan y vienen a romper todo lo que se da por sentado o creía previamente. Por ello, es arriesgada su lectura, sino se lee con cautela y sin prejuicios. Hay que saber leer a Nietzsche. Sin embargo, el gallardo que lo haga, va a descubrir como un rayo revolucionario y revelador, una gran verdad, una fuerza liberadora, como antes no la había sentido. El germano, también ha despertado mucho fanatismo, hordas a favor y en contra de él, más aún, la mayoría de estos, no entienden ni entendieron su profundo y poderoso mensaje, un acto de liberación radical, en todos los sentidos. Aunque, ocurrió exactamente lo que él no quería, convertirse en un ídolo adorado por otro ganado, que usaba su nombre, para sus depravados fines. También predijo que esto sucedería. Él más bien quería que su obra fuera una chispa poderosa, un aire fresco... dinamita que reventara el muro que nos encierra, esa cárcel construida por nosotros, para nosotros y, finalmente, llegara algo nuevo, una luz creadora y agitadora, una revolución como nunca antes la ha habido, toda una agitación interior.
    Lo que he pretendido hacer en este corto ensayo, es un resumen de los principales puntos de la filosofía de Nietzsche, un intento de facilitar su lectura y la comprensión de sus ideas. También, al mismo tiempo, he rescatado ciertos conceptos de uno de los pensadores que le sucedieron Carl Gustav Jung (Kesswil, 26 de julio de 1875–Küsnacht, 6 de junio de 1961), al que encuentro interesante por los paralelismos que he encontrado entre ambos pensadores. En este caso, trataré las ideas de forma más leve y somera. Pero, no deja de ser interesante ver esas sincronicidades en el pensamiento, que no son aleatorias, entre ambos, y es que Jung se nutrió de la filosofía de Nietzsche, como buen lector que fué de este, aunque no coincidiera en todos sus puntos, fue una gran influencia para el Suizo, y se ve reflejado en su obra, como veremos.


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Un filólogo Alemán y un psiquiatra Suizo, que al final han sido relevantes pensadores, según mi opinión, de los pocos valientes que se han atrevido a explicar la condición humana y las verdades ocultas de la existencia, con profundas críticas y atrevidos conceptos. Incluso han sido poetas, psicólogos y profetas de la sociedad,  adelantándose a lo que iba a venir después de ellos y lo que aún está por venir. Dos filósofos que psicoanalizaron un tiempo, una sociedad, ésta la occidental. Os invito a que disfruten de este breve repaso y viaje, en el que he tratado de ser lo más objetivo y riguroso posible, aunque siempre es imposible serlo totalmente, pues la subjetividad, más cuando se lee a estos dos seductores de la psique, es difícil. Por ello, pido perdón con adelanto, si encuentran en ciertos tramos del texto, atisbos subjetivos y retazos de mis ideas, que causalmente, no son casualidad, que se parezcan a las ideas de estos dos grandes pensadores. Ya que he de admitir, que me han influido, incluso transformado, con el paso de los años, algo inevitable, ante ideas tan grandes que ambos nos dejaron. Ya si terminó con esta introducción, dejando paso a este leve, pero necesario repaso.


Lo primero que ocurrió para que Nietzsche formulara sus polémicas teorías y pensamientos, que desde entonces no han podido abandonarnos, ya que hay algo en ellos, lo admitamos o no, que sabemos que es verdad, aunque no nos guste, alarme o incluso nos duela, fue Sócrates (Atenas, 470-ib., 399 a. C.). Sí, la causa fué el filósofo griego, de ahí Nietzsche. Lo que este empezó, Nietzsche lo iba acabar ¿Por qué? Sócrates creó una ruptura entre dos conjuntos de valores que se encuentran dentro de todos los humanos desde siempre, de forma natural y se complementan: Lo Dionisíaco (del Dios griego Dionisos, representa lo instintivo y animal, las pasiones, los valores de la vida; el inconsciente, o al menos parte de él, lo que es la sombra para Jung) y lo Apolíneo (de Apolo, representa la razón, la belleza y la conciencia; la luz). Estos valores se encontraban en la Grecia clásica, antes de la llegada de Sócrates, no separados, sino juntos y complementarios. Bien podían verse en las representaciones artístico-culturales de la época, como por ejemplo en las tragedias griegas y los mitos de los grandes héroes clásicos, así lo explica Nietzsche en el origen de la tragedia (1872), su primera obra. Sócrates separa y polariza estos dos aspectos inseparables. (Parecido a lo que dice Jung: la unilateralización, que es la separación de la sombra y la luz, la parte de la conciencia y el inconsciente, una brecha entre estas dos fuerzas naturales y de su no asimilación, de ambas partes, como un todo en equilibrio, el mal de occidente).

    Lo segundo que ocurre es la llegada de Platón (427-347 a. C.), el seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles (384 a. C.-, 322 a. C.). Que abre una distancia mayor entre ambas fuerzas, los dos “opuestos” que son uno en realidad. Polarizándolos aún más. Crea un mundo que no existe, la dualidad del mundo de las ideas y las apariencias. Haciendo creer que nuestro mundo es este último, un reflejo de ese otro mundo perfecto, el de las ideas, al que únicamente aspiramos. Temática que explico más en profundidad en mi ensayo: ¿Estamos en Matrix? (os dejo el enlace más abajo por si queréis ampliar). Esto implicó la apertura de un amplio abismo, una brecha profunda entre estas dos fuerzas que he hablado anteriormente. Derivado de este hecho, además, ocurre una asimilación por parte de la tradición judeocristiana de la filosofía y metafísica platónica. La dualidad pasa a la moral occidental de este modo, con la que se crea un Dios, un cielo, un infierno y, el mundo en el que de verdad vivimos, ya no cobra importancia. La neurosis obsesiva del complejo de Edipo, entre la religión y la filosofía, el origen de la enfermedad de occidente, como diría otro gran filósofo, el psiquiatra Sigmund Freud (Príbor, 6 de mayo de 1856-Londres, 23 de septiembre de 1939). La religión niega a su padre y lo mata, la filosofía; niega haber sido creada por la misma psique, de ahí la neurosis del complejo de Edipo de la sociedad de occidente.
    Siempre a lo largo de la historia, el humano ha creado dioses por miedo a la muerte, por la incapacidad de explicar la cuestión de su propia existencia y el qué hay después de la negra parca, y estos dioses inventados han creado a su vez los valores de cada cultura o pueblo. En el caso occidental donde Nietzsche se centra, ve acertadamente que son unos valores falsos,  artificiales. Conforman, lo que Nietzsche llama, una moral de esclavos; de servidores. Así, la sociedad occidental está impregnada de esta moral falsa desde entonces. Con un sistema de valores inverso: valores invertidos o falsos. Esto es lo que denuncia el filósofo. Valores como el sufrimiento, la sumisión, la falsa bondad y el sacrificio, ante ojos de un Dios también falso, al que se teme, ocasionando un resentimiento hacia la vida. El humano deja de ser él mismo, por miedo a ese Dios fabricado, finge ante la mirada de una deidad falsa, para alcanzar el inexistente cielo en la otro vida, que es un espejismo esperpéntico, un perseguir una gran mentira, sacrificando la verdadera vida, la terrenal. Esto hace que ande reprimido, podrido por dentro, pues ha negado su esencia, la ha ocultado, es un gran hipócrita. Ha ocurrido lo que el germano llama, una domesticación del hombre. Una desnaturalización, que conllevó una separación con la naturaleza que le rodea y su propia naturaleza interior. Por ello, anda resentido, con el mismo y con la vida. Eso se refleja en los males de hoy, resumidos en la destrucción de la naturaleza y el medio ambiente, y la enfermedad del humano moderno: el nihilismo. Que es una patología de su ser, en sentido ontológico. Nietzsche habla de este proceso, que nos ha llevado al sistema de valores que componen la moral de esclavos, que es la principal característica de la sociedad occidental, en su obra: la genealogía de la moral (1887). Y lo define como la transvaloración de los valores. Que no es más que todo ese curso hacia la inversión de los valores y alcanzar esa moral de resentimiento ante la vida, antes expuesta. Esto, en resumen es  la moral judeocristiana, la base de toda la cultura occidental, y como he descrito, esto tiene su origen en Sócrates, y posterior y principalmente en Platón.


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    Una vez definido y estudiado el mal de la cultura occidental. Nietzsche propone una cura: la filosofía del martillo. Que no es más que demoler, todo este sistema de valores de esclavos, falso y de resentimiento hacia la vida. Y crear una nueva tabla de valores. Para ello engendra el concepto: la muerte de dios. No dice que no existe, al contrario de lo que se piensa generalmente, Nietzsche no es ateo. Pero propone la muerte de ese Dios creado por el hombre. Un Dios falso y artificial, invertido, que en su búsqueda, el humano anda perdido y ha sido contagiado de una negación de la vida, un nihilismo que ha caracterizado los últimos dos mil años de occidente, de ahí las grandes guerras, la violencia, los nacionalismos y fanatismos. Síntomas de la enfermedad de resentimiento que se ha incrustado en esa moral débil y de esclavos derivada del platonismo judeocristiano. Por ello, propone la transmutación de todos los valores, proceso por el cual se crea esta nueva tabla de valores, que sustituyen a todos esos valores tradicionales y antiguos. Para ello, es necesaria la muerte de Dios y, dinamitar todo esa colosal torre falsa que se ha construido durante un largo tiempo.  Nietzsche llamó esa torre, llena de esas ideas tradicionales y corruptas, perro de fuego. Todo ese pasado, moralinas, banderas y valores débiles que esclavizan al humano, el pesado lastre que arrastra el hombre occidental. Ese es el perro al que debe enfrentarse, luchar y derrotar, si algún día quiere superar esa fase de fracaso y enfermedad.
    El hueco dejado por Dios, es ahora un vacío en la cultura occidental. Un hueco rellenado con otros sistemas de valores falsos. Eso es todos los ismos que vinieron después: las ideologías; que hacen lo mismo que en su momento hizo la religión, perseguir idealizaciones y mundos falsos, en lugar de vivir y actuar en esta vida y el ahora, en el verdadero mundo, éste; y vivir la vida plenamente, sin cobardía, aceptándola con lo bueno y lo malo, pues ambas partes conforman la vida (Jung llama esto, la asimilación de la sombra, el proceso de individuación hacia el sí-mismo). Aunque hay que aclarar, que para Nietzsche, no hay bueno o malo, sino valores positivos a la vida, y valores negativos a la vida, lo demás son artificios humanos. Las ciencias positivas pecan también en su intento de explicar la realidad. Esta es demasiado compleja y no se puede explicar con esos métodos. Son propuestas demasiado materialistas que olvidan lo interior, lo profundo, solamente se basan en lo observable, cuantificable, números, datos..., en definitiva, mundo exterior y superficial (Jung habla ampliamente también de esto en su obra, al definir el espíritu de nuestro tiempo Zeitgeist, en contra de la voz del espíritu de la profundidad, concepto que también acuña como conciencia colectiva; todo el pensar de una época, ciencia, religión, conciencia, dogmas, razón, etc., que rigen el comportamiento humano pero lo alejan de su esencia natural, de la verdad que aguarda en su ser). Nietzsche no crítica la ciencia, sí la forma en que se hace, su metodología incapaz de estudiar la realidad (Jung también realiza una fuerte crítica a la ciencia, pues ha olvidado estas cuestiones y se ha corrompido por la unilateralización, al igual que el hombre). Él cree que el humano sólo comprende, asimila las verdades a través de metáforas, mitos y símbolos, como los pueblos primitivos hacían (Jung muestra también todo esto en su obra, a través de los arquetipos y símbolos), esa es la única forma de hallar la verdad. Y no hay mayor veneno que una verdad oculta, o negada, y eso es lo que ha ocurrido en occidente, la abnegación que ha traído su mal. Una verdad reprimida durante un largo tiempo. Nietzsche deja este legado en su principal obra: así habló Zaratustra (1891), donde a través de metáforas, expone y profetiza la llegada del Übermensch. Lo que se conoce erróneamente como superhombre, concepto tergiversado por la historia. En realidad, se refiere al suprahombre o transhombre.

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    El  Übermensch, es aquel capaz de asimilar la muerte de Dios, no rellena ese hueco dejado por este hecho de vacío, como los hombres huecos hicieron, eso que definió como el último hombre, que es el más decadente y corrompido por el veneno del resentimiento (el paralelismo en este caso podría decirse que es el hombre sin sombra o el hombre masa de Jung, ese aquel que se ha dejado llevar totalmente por la conciencia colectiva, unilateralizado y sin asimilar su sombra), es decir, aquel que más domesticado se halla y más rechaza y niega la vida, atareado y ocupado por el materialismo extremo y de superficie, sin ningún ejercicio de mirada interior. El hombre tecnócrata, preocupado por las cuentas, fácilmente corrompido por dinero, mercancías y el negocio. La moral de esclavos, antes descrita, la moral de los débiles. También es el hombre que sucumbe a banderas, doctrinas, naciones, ideologías y religiones, un fanático, un enfermo incapaz de ser libre y escucharse así mismo, que es mandado porque es incapaz de mandarse a sí mismo, de ser él mismo. Y aquel que no se obedece a sí mismo, obedece como perro doméstico a su dueño, lo que es el humano de occidente. El Übermensch no tiene dueño, él es su propio dueño. La moral del último hombre se basa en un completo sistema de control, para ser controlado como rebaño, para ser dominado y sumiso, no lucha por su libertad, pues ignora esa gran palabra. Ese es el uso que ha dado toda esa tradición judeocristiana que ha evolucionado hasta nuestros días, la dominación y el control, la negación de nosotros mismos y del impulso de superarse. No es más que la historia de occidente hasta nuestros días, una historia de fracaso, oculto bajo mentiras y estéticas tecnológicas o visuales, mientras la verdad permanece encerrada y el veneno extendiéndose. Una moral fabricada para manipular y gobernar a un pueblo entero, eso es occidente. Y aunque en la actualidad, el hombre occidental crea haber superado la muerte de Dios, pues dice ser ateo y se ha lanzado a la tecnocracia y la ciencia, sigue impregnado de la misma moral de esclavos, de esa tradición judeocristiana pues la lleva bien incrustada sin saberlo; interiormente no ha avanzado nada. Una cosa es lo que dice y otra lo que se es.
    He aquí donde entra en juego el concepto más controvertido de Nietzsche: la voluntad de poder, que ha sido confundido y maltratado por la historia repetidas veces, no se trata de la voluntad de someter a unos u otros, de poder sobre los demás, sino de la voluntad de superarse una y otra vez, la voluntad de poder sobre sí mismo, el mayor impulso y fuerza vital, llegando más lejos que Arthur Schopenhauer (Danzig, 22 de febrero de 1788-Fráncfort del Meno, 21 de septiembre de 1860), que habla de esa voluntad, la voluntad de vivir. Pero Nietzsche lo amplía, porque lo que está vivo ya vive, no tiene voluntad de vivir, sino de superarse, una y otra vez, llegar más lejos, a eso se refería el germano. La voluntad de la vida de superarse siempre, en su sentido más profundo, creando lo nuevo, que viene a derribar lo antiguo, que representa ese perro de fuego. Y el Übermensch es aquel que es capaz de vivir acorde a su voluntad de poder, sin negarla o reprimirla, como el último hombre hace (El Übermensch para Jung, podría decirse que es el sí-mismo, que aparece extensamente en su obra, lo que también llama el Dios venidero). Se enfrenta al perro de fuego y lo derrota por siempre. Lo aplasta y vence (este perro de fuego, puede ser el dragón al que los grandes héroes mitológicos se enfrentan repetidamente, un dragón interior al que vencer, para alcanzar el sí-mismo de Jung). Nietzsche ve ese proceso hacia el Übermensch como algo inevitable, algo que va a pasar. Pero llevará un largo tiempo para su llegada. Por eso es un profeta. El hombre, es sólo un puente entre el animal que fue y lo que va a ser. Profetiza la llegada del Übermensch, pero antes deben ocurrir conmociones globales como nunca las ha habido antes (Jung también profetiza la llegada de esa fase, y de grandes catástrofes, incluso llega a soñar con las dos grandes guerras que sacudieron la Europa del siglo XX, visiones espantosas; ambos han sido profetas; para Jung el Übermensch es el dios venidero, renovado y renacido tras su muerte, pero no es un Dios ajeno, sino que está en el propio yo, el Dios que llevamos dentro, el humano que ha conseguido asimilar su sombra, que ha superado la unilateralización por fin, la conciencia colectiva y el hombre masa, ahora vive acorde a su interior, conectado con el todo, pues es el todo, ha asimilado su parte inconsciente, vuelve a haber un equilibrio entre lo dionisíaco y lo apolíneo, la luz y la sombra).

    En así habló Zaratustra se ve reflejado todo esto. Su principal obra, un conjunto de metáforas donde se asimilan estas ideas. En ella aparece un relato, que podría resumir toda la filosofía de Nietzsche, las tres transformaciones del espíritu: primero aparece el camello, que representa al humano en su fase del último hombre, que es un animal de carga, que lleva una pesada joroba y transporta mercancías,  cosas inútiles, lastres que le impiden avanzar en su viaje. Es la representación del humano atado a su moral de esclavos, de débiles y sirvientes. Atrapado es incapaz de liberarse. La segunda fase es el león, el hombre que por fin lucha para deshacerse de la pesada carga de la moral falsa, y así reinar en su propio desierto, esto es, luchar para ser libre, ser él mismo, pero aún no está preparado. Por último, llegará el niño, esa rueda que gira por sí sola, un río que anega todo valle y arrastra todo lo viejo, una estrella que brilla por sí misma, una fuerza creadora; representa el poder creativo, lo nuevo, el humano que ya está preparado para la llegada del Übermensch , momento que Nietzsche llama el gran mediodía (Jung también habla de ese niño creativo, que crea lo nuevo, como el Dios venidero antes mencionado). Este proceso de transformación se puede interpretar de dos formas: uno, como evolución espiritual interior e individual, que cada uno podemos iniciar, dentro de todos nosotros (sería para Jung el proceso de individuación hacia el sí-mismo, la asimilación de la sombra, el camino iniciático del héroe, en el monomito que Joseph Campbell (26 de marzo de 1904-30 de octubre de 1987) propone en su libro: el héroe de las mil caras (1949); obra impregnada de rasgos Nietzscheanos y Junguianos). Dos, como evolución y viaje no sólo individual, o personal, sino como evolución y viaje del humano en su conjunto (la mejor alegoría de esta idea, que se encuentra bien recogida y construida, de forma muy completa, es más, puede que vaya aún más lejos, es: 2001 odisea en el espacio (1968), la película de Stanley Kubrick (Nueva York, 26 de julio de 1928–St Albans, 7 de marzo de 1999), que no es una simple adaptación de la novela de ciencia ficción con el mismo nombre, del autor Arthur C. Clarke (Minehead, 16 de diciembre de 1917 - Colombo, 19 de marzo de 2008). Aquí Kubrick explica toda esta idea de así habló zaratustra de forma elegante y muy lúcida, es el viaje del humano, su evolución hasta el niño, el despertar del Übermensch , en el gran medio día).

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    ¿Por qué Zaratustra? Porque Zoroastro o Zarathustra, o castellanizado Zaratustra, es el profeta que fundó el mazdeísmo (o zoroastrismo), la primera religión que abrió la brecha del bien y el mal. Como Sócrates hizo, separó esas dos fuerzas inseparables. Así lo que Zaratustra empezó, Zaratustra debía terminarlo. Nada es azaroso en las elecciones de Nietzsche. Y así en su legado fue dejando estos pequeños regalos, de los que nuestra cultura se ha impregnado para bien o para mal. Sin embargo, queda un último paso, una última prueba, tal vez la más difícil, su concepto más complejo: el eterno retorno. Se ha interpretado de muchas formas, como la eterna vuelta de todo lo mismo, una y otra vez, desde los detalles más insignificantes, todo vuelve a suceder tal cual (para Jung este proceso se llama circunvalación, como ciclo cosmogónico que se repite una y otra vez). Pero para Nietzsche es una reafirmación, no solo de la vida, sino de la voluntad de poder. Se trata de que si viviéramos eternamente la misma vida, siempre elegimos vivirla de igual forma. Dicho de otra forma: vivir de forma que si viviéramos infinitas veces, siempre lo haríamos del mismo modo, y no nos arrepentiríamos. Es decir, vivir el momento, pues es lo único que poseemos, el único lugar donde el pasado y el futuro se cruzan y se miran. Es un sí a la vida pese a lo bueno y lo malo, pese a lo alegre y a lo que duele, pese a la felicidad y el sufrimiento, una reafirmación con todas sus consecuencias. Una aceptación de la vida y la voluntad de poder, que supera la enfermedad del nihilismo. Vivir dando lo máximo, una potenciación vital y vigorosa, la interpretación más poderosa del concepto vida. Vivir tal y como lo haría el Übermensch. O como diría Nietzche, ser capaz de ser tú mismo, vivir plenamente sin cobardía. Un sí alto y fuerte a la vida, al amor en definitiva como a mi me gusta decir, pues este es vida, es pura creación, una rueda con inercia propia, que gira por sí sola, y no depende de otro, u otros para girar, menos aún de dioses inventados, doctrinas falsas o ideologías que venden un resentimiento a la vida, pues todo lo que es negar la voluntad de poder, es negar la misma vida.


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Es imposible hacer una síntesis completa de toda la filosofía de Nietzsche, de forma sencilla y clara, para que se entienda. Al menos espero haber conseguido que se despierte una inquietud, un deseo de saber. Una voluntad de poder, que os anime al menos a viajar, explorar, ir más lejos, quién sabe, incluso superaros, para realizar ese camino hacía el niño, el Dios venidero, el Übermensch, y el sol del mediodía alumbre un nuevo despertar. Una nueva consciencia naciente que ha superado los lastres violentos y primitivos de nuestra especie, y nos impiden evolucionar por dentro, algo muy distinto a la evolución tecnológica de dependencia y debilidad, que es exterior tan sólo, en la que andamos sumidos, los occidentales. Reencontrarnos con lo que somos, viajeros, exploradores, artistas, pioneros, seres creativos, y no hay nada más creativo que la vida, y eso es Amor, el de verdad, no ese de cartón de películas y novelas de moral de esclavos. Pues el Amor, con mayúscula es poderoso, no débil. Me despido diciendo una vez más, buenas tardes, pero añadiendo un hasta pronto.


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