miércoles, 23 de agosto de 2017

Reflexiones estivales: sin plástico no hay paraíso y el terror

Tras veranear un poco y hacer algunas visitas a rincones y playas tranquilas, en las que me gusta escaparme para desconectar, he podido observar un fenómeno, que aunque no es nuevo, me sigue resultando bastante chocante. Es un proceso que lleva ocurriendo durante un tiempo, y que no me hace dejar de reflexionar y meditar.


    Se trata de la moda del top less, los bikinis brasileños y los cuerpos desnudos. A priori, parecería que se trata de un proceso de naturalización, donde la gente se desnuda y muestra sus cuerpos sin vergüenza, o desprecio como la moral occidental inculca, aún cristiana de fondo, bien arraigada e interiorizada, pese a que se quiera ocultar o negar, bajo un velo de superficialidad. Así, veo todo lo contrario, un proceso de desnaturalización, y ahora explicaré por qué:


    Mientras aparecen cuerpos más desnudos, puede apreciarse, que no son desnudos de verdad. Sino una obsesión por la estética del bisturí, el plástico y el culto del cuerpo perfecto. Se ha hecho y se está haciendo además, una práctica insana del deporte, no como medio saludable o disfrute, sino con un fin. La operación bikini, estar con cuerpos perfectos para cuando llegue la época estival, y presumir de silueta ante los ojos pasmosos de mirones y otros obsesivos. Es la época del culto insano del cuerpo. Se ha pasado de un rechazo al cuerpo, por esa moral cristiana antes mencionada, a vestirse con desnudez superficial y falsa. La gente en realidad, no se desnuda, sino que se viste, con prendas cada vez más complejas, cuerpos postizos en ese caso. Aún hay, quienes muestran sus cuerpos tal como son, sin desprecio, vergüenza o pretensión social. Pero son una minoría, entre un vasto mar de carcasas hinchadas de proteínas o silicona. No es arriesgado afirmar, que mientras ellos creen desnudarse, nunca han ido más vestidos, o disfrazados, de una cáscara superficial, un traje falso de rechazo a su propio cuerpo. Y allí, andan perdidos por las playas, con sonrisas falsas y mirándose los unos a los otros para juzgarse. Robots programados, androides de artificio, que andan como si fueran a quebrarse, cuyas estructuras corporales, no son el resultado de sus modos de vida, sino por el objetivo, como ya he dicho, obsesivo y decadente, de ser eso, una superficie “bonita”. No veo naturalidad, en estos días, aunque esos de la “New Age”nos digan lo contrario.




    Sólo puedo decir, que quieran sus cuerpos, tal cual son, como resultado de un modo de vida auténtico, y no finjan ser lo que no son, para mostrar un centímetro de superficie que es un velo falso, un espejismo distorsionado de una realidad esperpéntica.

Este verano, he tenido tiempo de reflexionar sobre muchos temas, pero tras los hechos ocurridos los últimos días, me gustaría terminar, con un par de reflexiones más, leves pero necesarias. La primera de ellas trata sobre el tema de moda: el terrorismo, y el terror desatado en Barcelona. Cuando ocurren actos tan atroces, la conciencia colectiva (no consciencia, conceptos muy distintos), se pone a trabajar. Y en seguida, se destapan los oscuros intereses de ciertos sectores que intentan vendernos algo, sobre todo miedo, a cambio de control de las masas. El truco más antiguo de la historia del humano, que sigue funcionando como un reloj nuevo. Y es como determinadas personas, cínicos e hipócritas diría yo, tienen el pretexto ideal, para sacar a relucir sus oscuros pensamientos e ideas retrógradas, y se convierten en lo mismo que esos terroristas, en sacos de odio, apunto de estallar. Justificando sus argumentos y sus ideologías enfermizas, haciendo uso de las muertes de inocentes. Se apoderan de estas muertes, del dolor y sufrimiento de sus seres queridos, para validar su discurso perverso. Todas estas ideas, normalmente escudadas por algún tipo de nacionalismo barato y de bandera falsa, ya sea regional o de estado. Algo muy antiguo también. Para crear grupos y dividir, camino por el que el terror gana, ese mismo que cautiva a jóvenes perdidos, de una generación superficial y corrupta, los atrae en sus artes crepusculares, y terminan realizando actos aberrantes. Todos víctimas del mismo mal, un “reverso tenebroso”, que incluye un gran negocio, que financia y produce armas, las vende y se jacta de ello, el sistema neo-capitalista que se dirige de lleno a una distopía “cyberpunk” como nunca se había visto, ni leído; donde temo, que la adaptación cinematográfica de la novela: “sueñan los androides con ovejas eléctricas” de Philip K. Dick, llevada a la gran pantalla por Ridley Scott, con el mítico nombre de "Blade Runner" ,va a ser anecdótica en comparación a la que se avecina. Una sociedad de doble, triple, cuádruple moral...superficial, sin pensamiento crítico, que lee y cree lo primero que ve, y, escucha y cree lo primero que oye, sin reflexionar, sin pensar, sin ser críticos, que no hace una mirada interior, sin inquietud, atiborrados de información, y conectados al “Matrix” de les redes sociales, está condenada a una conmoción como nunca antes la ha habido.




    Puede parecer como siempre un punto de vista pesimista y abrumador, incluso catastrofista, pero hace falta reconocer el estado de las cosas, si de verdad queremos despertar de ese letargo peligroso del conformismo e ignorancia, en la que andamos sumidos desde antes de la edad media. El prodigioso avance tecnológico, nos ha debilitado, y aunque parezca que existe un progreso, este es únicamente exterior, el trabajo gordo, hay que hacerlo por dentro. Pues una guerra espiritual, como en “la encrucijada del tiempo” ya dije, hace más de un año, y os recomiendo que rescaten su lectura de nuevo, pues en ella describo este proceso más profundamente.

Antes de terminar me gustaría resaltar otros dos eventos que me han inquietado últimamente, los robots de facebook desconectados porque habían desarrollado su propio lenguaje, la IA viene fuerte, y la singularidad tecnológica como decía Stephen Hawking, cada vez está más cerca. El otro evento, el gran incendio de Groenlandia, la turba en el permafrost está ardiendo, el último síntoma del cambio climático, que a voces nos lanza un mensaje a la desesperada, no escuchado, pues la masa, aún anda sin resolver problemas de su inconsciente personal y colectivo, aún atados a problemas de la conciencia colectiva, como el conflicto religioso, la moral o las pautas de la sociedad que nos dirige cual marionetas.  


En definitiva, todo esto, son síntomas del zeitgeist, del espíritu de nuestro tiempo, que nos avisa de la llegada de algo, que aún no podemos llegar ni a comprender, pero que va a llegar. Y no tiene que ver con esa era de acuario que los gurús “New Age” venden a cambio de una buena suma de dinero, por supuesto. Pasen un buen resto de verano.

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