viernes, 5 de mayo de 2017

Zeitgeist: el espíritu de nuestro tiempo

Es una pregunta difícil de resolver. Depende también del contexto de qué sociedad se hable. En mi caso, voy a hacer una reflexión sobre nuestra sociedad occidental, la que mejor conozco y de nuestro modelo de vida. Aunque este breve escrito, es sólo una opinión que albergo en mi interior y lleva madurándose cierto tiempo. Muchos al leerlo, verán que posiblemente, no se trate únicamente de un punto de vista subjetivo, sino que alberga algunas verdades que nos definen, que por desgracia, ocurren en nuestros días. Por ello aviso, no se lo tomen como una crítica personal, pues es algo en el que todos estamos metidos a fondo, para bien o para mal, incluido yo, quien comparte este ensayo con vosotros. Véanlo más como una visión y crítica global a una problemática, que ocurre en el seno de una sociedad entera,  sociedad en la que vivimos atrapados aquellos que vivimos en ese territorio que han llamado occidente.
Durante mi vida, he podido observar grandes transformaciones, cambios rápidos en nuestro estilo de vida. No voy a desarrollar todos esos procesos, sólo voy a centrarme en el que considero más trascendental: la poca inquietud, no solamente intelectual, sino en todos los aspectos de la vida. Poder escribir y leer es un enorme privilegio, al que tristemente mucha gente en el largo y vasto mundo no pueden acceder. Sin embargo, la lucha para alcanzar estos derechos y la inquietud, no les falta. Algo que en algún momento de la historia hemos perdido en occidente. Habría que hacer un estudio completo, para saber con certeza cuándo y cómo ocurrió dicho evento. Aunque yo lo he visto proliferar durante años, hasta que con Internet y las redes sociales, ha llegado a límites insospechados. Basándome en ejemplos, de lo que he visto en mi propia experiencia personal, describiré alguno de ellos, que demuestran lo que hablo. Creo que se ve más claro de esta forma.
Cuando era un adolescente, si alguien se sentaba a leer un libro en un banco en el parque, no sólo era un “raro”, además era el objeto de mofas y desprecio. En aquella época, lo que vendía era llevar una gorra con la visera bien alta y pasear un pitbull, emborracharse en masa en la calle y fumar porros en un banco. No soy quién para decir si esto está bien o mal. Concretamente, son actividades que no juzgo, y no me parecen malas, mientras se hagan con respeto. Pero, eso era lo que se llevaba, el que no lo hacía era un aislado. Luego llegó esa etapa de camisas y polos con caballos cada vez más grandes y peinados de futbolista. Todos vistiendo de la misma forma y comportándose igual. Con el tiempo han ido cambiado las tendencias, ahora todo el mundo hace deporte, corre, sale con la bicicleta, nada o va al gimnasio. Ahora es el culto al cuerpo lo que vende. Ojo, al cuerpo en su cáscara superficial, no en su sentido profundo. Actividades muy “sanas” podría pensarse. Puede decirse incluso, que una mejoría en cuanto al pasado cercano. Una evolución, de cani a deportista. De llevar collares y sellos de oro, a una bicicleta cara y un reloj con gps, que monitoriza todos tus pasos. Tampoco pretendo juzgar aquí, simplemente subrayo el cambio. No obstante, veo una obsesión desmesurada por el deporte y la belleza exterior, casi inefable me atrevo a decir, pero que intentaré explicar más adelante.
Ahora, vayamos más lejos ¿Qué subyace en este ejemplo que he descrito que he podido observar? De fondo, hay algo muy preocupante. Las actividades son más sanas, incluso respetuosas con la naturaleza y los demás conciudadanos, sin embargo, solamente se ha producido una transformación superficial, en la carcasa. Espiritualmente, en profundidad, en el interior, no ha ocurrido exactamente nada. Y este proceso lleva mucho tiempo en marcha. Mientras se produce una transformación rápida, en el exterior, ya sea tecnológicamente, o en la cultura, a través de la moda y las pautas de comportamiento colectivo. Así, el que sigue leyendo en un parque, sentado bajo un árbol, sigue siendo un “raro” inadaptado, y el que va a la moda, en definitiva, sigue el zeitgeist del momento, es el exitoso, el que encaja y sobrevive en la jungla del rebaño ¿Por qué hago hincapié en el que lee? Es una metáfora, aunque real. Tómenlo como un símbolo, que representa la inquietud intelectual y consecuentemente interior. El humano que no tiene inquietud, no tiene alma. Le ha sido arrebatado el espíritu, la fuerza vital y de lucha, para conquistar su propia libertad. Por eso, no somos libres, sino cobardes rendidos a todo lo impuesto, por otros o nosotros mismos. Sin esa inquietud, nunca derrotaremos a esos que mueven los hilos y controlan nuestras vidas, los que realmente dictan cómo debemos vivir y comportarnos. Y eso es: consumiendo, adorando al cuerpo exterior y siguiendo a la superficie, al ganado. Los de arriba lo saben, y por eso tantos mecanismos de confusión y control. Espectáculo, deporte, redes sociales...un bombardeo de sobre-información que anula la voluntad humana. La voluntad de poder, de vivir y de ser libres. La libertad es una enorme palabra, para esclavos que somos. El exceso de información, ha violado y asesinado la inquietud , el motor, la fuerza motriz para un cambio de verdad.
Nuestro día a día, se resume en una rutina basada en el trabajo y consumismo, muy apegados el uno y el otro, son hermanos. Vender tu tiempo, a cambio de un dígito con el que comprar artículos de diferente naturaleza. La libertad de poder elegir que comprar, se ha confundido con la verdadera libertad. Por esto, corremos frenéticos de un lado a otro, sin tiempo para hacer lo que verdaderamente importa y estar con quién realmente importa. En cambio, fingimos en el leve tiempo libre que disponemos, para presumir ante otros. Alardear de la “felicidad”, a través de los likes en una red social o número de seguidores. El que mejor finge es el más “feliz”. Nunca hemos estado tan lejos de eso que llaman felicidad. Parecemos ser mucho más máquinas virtuales que humanos, seres emocionales, con pasiones y un espíritu de lucha y descubrimiento, con impulsos de mejorar y evolucionar. Eso ha sido parado en seco. No es de extrañar, no hay tiempo para escuchar esa voz que todos albergamos y hemos encerrado en una caja fuerte, muy pesada, en algún lugar de nuestras profundidades. Los sabios son los que saben escuchar su cuerpo, todo él, con sus sentimientos, dolores, penas y angustias, saben interpretarlo y actúan según esa sabiduría. Hoy, sólo escuchamos la estética de la piel de este cuerpo. Todo lo que está en el primer cm de su superficie, es lo importante. Lo que hay desde ese cm exterior hacia dentro, no tiene importancia. Y si no te gusta algo en ese primer cm, en vez de amarte, aceptarte y quererte, lo cambias para ser aceptado o agradar a otros, a plenos desconocidos, aunque falles a los que tienes más cerca. Así, vagamos, queriendo contentar a otros, en lugar de apreciar a los que de verdad te aman. Pero es normal, todo el que ha sido despojado de esa inquietud interior, será esclavo y hará lo que los demás le impongan. Imposiciones, de eso se trata. Consecuencia de no escucharse a sí mismos y sí al hombre-masa, ese estúpido conglomerado, que va caminando en tumulto, secando ríos y talando bosques, fabricando desiertos y basureros; sus mayores obras de ingeniería.
Por todo esto, a lo largo de la historia, las revoluciones han fallado. Una y otra vez, en un ciclo macabro de eterno retorno. Pues cada “nueva” revolución, venían a sustituir un modelo anterior decadente, basándose en la misma fórmula. El cambio exterior. Detalles maquillados por ideologías, todos los “-ismos” que existen, que persiguen cambios en el plano físico y material, pero, terminan pecando de lo mismo que pretenden cambiar en la sociedad. Se han ido sustituyendo unos modelos a otros, a lo largo de la historia de la civilización. No obstante, en el fondo, siempre ha sido lo mismo. Pues el humano no ha cambiado por dentro, sigue siendo esclavo y por eso crea sociedades esclavas, escudadas únicamente por maquillaje barato, por sistemas de valores o ideológicos, moralinas e ideales, todos corrompidos una vez que se aplican. Fracasan, porque desde los cimientos, se huele a putrefacto. Sólo han contribuido al problema, creando cada vez más grupos que nos separan a unos de otros, dividiéndonos, siendo más fáciles de controlar que nunca. Ovejas manejables, dóciles y que consumen. Por eso, nunca hemos sido tan esclavos. Infinitos grupos, territoriales, bajo nacionalismos de estado, regionales o locales, o bajo ideologías o religiones. Cada grupo con su "verdad", hacen su guerra por separado, y el humano se condena a esa mentira. Obviando que todos somos diferentes, cada uno en su interior guarda un universo y hasta que no aceptemos esto, y respetemos ese hecho, estaremos hundidos en el fango en lugar de mirar a las estrellas. No habrá verdadera revolución y cambio hasta entonces. Simplemente, sistemas que se comen entre ellos, devorando todo a su paso y al espíritu humano. Engañándonos y confundiéndonos, con todo ese ruido que crean, ignorando el verdadero problema y dónde se encuentra. En el interior de todos y cada uno de nosotros. La verdadera revolución está en el interior. La única que puede cambiar esta absurda realidad y no me cabe duda que está por venir. Esta es la verdad, y; “La verdad te hará libre”. No hay mayor veneno que una verdad oculta, y esta lleva mucho tiempo escondida al humano, de ahí el grado de envenenamiento que sufre. Para acceder a esa verdad, sólo hay un camino, el camino interior y este nace de la inquietud. Pues te hace crítico, reflexivo y lo más importante, cuestionar. La solitaria senda del viaje hacía el auto-descubrimiento.
¿Y todo esto qué significa? qué existe la fuerza, el impulso de querer mejorar, superarse a uno mismo y descubrir. Que no es más que: conocerse a uno mismo. El único medio, para que las trasformaciones, no se produzcan sólo en el plano exterior, sino más allá; en el interior, en las profundidades del ser. Mientras tanto, el humano viajará perdido en esa superficie de hojarasca putrefacta y decadente. Se avanzará mucho en la ciencia, tecnología y sucumbirá a las nuevas próximas modas, pero no habrá mejorado nada por dentro. Seguirá siendo egoísta, codicioso, egocéntrico, vanidoso, narcisista y cínico. Y la religión la misma: el dinero y el culto al cuerpo por fuera. Digo por fuera, porque el cuerpo alberga todo un universo en sus entrañas, que es el gran ignorado, y esa es la fuente, la causa del problema. Hasta entonces, no evolucionaremos como especie. No alcanzaremos esa plenitud, no superaremos esa ignorancia destructiva, violenta y temerosa. Hasta entonces, vagaremos perdidos, reprimidos y engañados, durante un largo tiempo. El humano, atrapado en su nihilismo, abnegado y frustrado por dentro. Con cuerpos perfectos y tecnología ultra rápida, pero una gran brecha en su corazón, que lo separará de sí mismo y la naturaleza. Es por eso, que estamos destruyendo el medio ambiente y matando a nuestra diosa madre, La Tierra. La Pachamama, como las sabias tribus la llaman. Mientras este proceso ocurre, estamos estancados en una fase primitiva, en la que hemos olvidado nuestros orígenes y la voz de los ancestros. Hemos rechazado nuestra propia naturaleza y hemos caído en el olvido. En un pozo miserable y mentiroso, de pieles y plumajes falsos. Por eso todas esa lacras que ocurren a nuestro alrededor, traducidas en guerras, violencia, enfermedad y dolor. Son los síntomas de esa afección que padecemos.
¿Cómo definir al Zeitgeist, al espíritu de nuestro tiempo? Voy a intentarlo, de la forma más escueta posible y clara. El espíritu de nuestro tiempo está representado justamente por esta sociedad: da más importancia a un trozo de tela pintado con colores y escudos, que la propia tierra que pisa, de la que recoge los frutos y bebe el agua que le da la vida, la misma que llama patria. No, da más importancia a falsas banderas. Cuando “vota”, no lo hace por una inquietud crítica, que pretenda un cambio, sino que lo hace por tradición, o por lo que otros le han dicho, sin cuestionar o leer el programa electoral. Prefiere ser gobernado y esclavo, por eso “vota” a los que le proporcionan esto, pues eso es, ¡esclavo! Porque si fuera lo contrario, no recurriría a eso que llama “votar”, pues no haría falta tal invento de prisioneros. Pues sabría el engaño que oculta la llamada democracia, y la derribaría en un día. Además, de ser esclava esta sociedad, es mentirosa, hipócrita y ladrona, por eso sus gobernantes lo son igual, a su imagen y semejanza. Si no lo fuera, no necesitaría otros que estén por encima, pues el que es verdaderamente libre, no necesita a otro que le ordene y le manda. El que no manda sobre sí mismo, es mandado por otros, y así es la sociedad del zeitgeist de hoy. Viste, come, vive y hace, lo que le dicta un aparato, y eso que llaman redes sociales. Es lo que le dicen que sea, no lo que quiere ser. No se escucha adentro, así sucumbe a lo que escucha afuera. Cambia ese primer cm de cuerpo, porque no le agrada a los de fuera, en lugar de decir un fuerte y alto: Soy así y así seré. Más preocupante aún, piensa lo que otros le dicen que pensar, no lo que tiene en su interior. Todo lo que hace tiene una justificación, un fin estético, profesional o de éxito. No busca la verdad. Simplemente es lo que le dicen. Bajo la dictadura de lo políticamente correcto y las pautas del grupo al que pertenece, y cada grupo peca de la misma patología. Busca contentar a otros, nunca ser uno mismo. Así, es un payaso, una caricatura, un robot, un lacayo, un súbdito, un engranaje, un perro sumiso, un hombre sin sombra, un superfluo, un hombre-masa, un zombie, uno más del ganado y el rebaño, y hay muchos rebaños...es una mentira en todo lo que dice, hace y piensa, en definitiva: ¡UN ESCLAVO!
¿Quién es el verdaderamente libre? El que sigue su propia voz, porque se ha encontrado a sí mismo. Por inquietud ha luchado hasta alcanzar y sacar a la luz esa verdad escondida. No hay mayor fuente de inspiración y alimento a esta inquietud, que todas las artes creativas, esa es la condición humana olvidada, el poder de crear y comunicarse con la voz del espíritu de la profundidad. La misma que te llevará a la verdad. Recuerden: “la verdad te hará libre”. Y esta es la verdad: que todos somos libres por dentro. Creativos, hacedores y dueños de su destino. Leones que sueñan con la libertad y la conquistan. Niños inocentes que saben de corazón lo que es justo y reconocen las verdades espontáneamente. Una estrella con brillo propio, una rueda que gira por sí misma, con una fuerza infinita. La pura creatividad, por fin liberada, y no hay nada más creativo y poderoso que EL AMOR. Esta es la verdad universal, el secreto del universo, el alma del mundo. No el amor de película, televisión, o de novela barata y vacía. No, el amor en su sentido más amplio y profundo. Amor a la vida, y a uno mismo, por ende, amor a los demás, a la naturaleza y al todo. Amor, en su significado completo. Pero, el humano de hoy, es aún el último hombre y llevará tiempo, para llegar a ser ese que está por venir. La verdadera revolución, está dentro. Quien experimenta esa revolución, ya vive libre. Ha alcanzado la libertad. Ya no vive para agradar a otros, sino a sí mismo. Ya no obedece a otros, sino a sí mismo. No hay nadie o nada que pueda ejercer un poder sobre él, pues eso es ser libre. Se ha deshecho de todo ese peso. Está por encima del bien y del mal. Ha destruido toda imposición o muro. Ya no sufre de nihilismo. Prefiere morir libre a vivir esclavo, pues no teme a la muerte. Es libre de sus miedos, libre al fin...esa revolución y esos primeros libres están por llegar...están por llegar.





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