sábado, 20 de mayo de 2017

Diario de un conservacionista




Levántate a las 4:30 am a retirar las trap lines que pusiste la noche anterior. Tres días seguidos de estudio de densidad de ratas que hay que hacer por colonia, mínimo 6 sitios más. Recoge las ratas muertas y las que no han muerto a manos de las trampas de dientes aserrados, mátalas tu mismo. Puedes apreciar como la vida de un animal inteligente se apaga bajo tus botas. Pero hay que hacerlo, la sobre-población de humanos en las islas ha creado una plaga de ratas que amenazan con destruir toda la población de pardela mediterránea. Bravo, limpiamos la mierda que dejan otros, eso es lo que hacemos los conservacionistas. La mayoría del problema causado por un turismo insostenible de fiesta y masificación, acompañado de la ignorancia local, resultado: basura por todas partes, los desechos de una sociedad decadente; y aunque amablemente les enseñas el problema en uno de tantos eventos para crear concienciación, la verdad es que se lo pasan por el forro. Cuando has terminado de recoger los cadáveres de las ratas y limpiado tus botas de sangre, vuelves para descansar un poco. Al menos ese estudio de densidad, podrá ofrecer datos, para llevar a cabo un control de población de ratas eficaz en el futuro. Pobres ratas, pobres pardelas, dos víctimas de la ignorancia humana. Esa tarde a las 3 pm vuelves al curro. Toca ir a una colonia, ¿que será esta vez?, ¿dura jornada con el barco?, ¿bajar 30 metros con cuerdas a una cueva...? Esta vez toca ir a una diminuta isla accesible por Kayak.




    Prepara cuidadosamente el pesado equipo y cárgalo en mochilas, incluido el kayak, redes para atrapar las aves, material de anillamiento, baterías, frontales, agua, comida, etc. En total 30 kilos a la espalda hasta llegar al punto de partida. Somos tres, así que después de inflar el Kayak hay que dar dos viajes para ir y dos para venir, es un kayak de dos. Eso son 6 en total, contando ida y vuelta. Al menos se disfruta del kayak pese al cansancio. Llega a la isla, descarga el material y métete en la cueva que sólo se accede por escalada libre, no muy complicada, pero si resbalas mínimo columna partida o muerte. No es de los lugares más difíciles e incómodos donde tenemos que trabajar. Por cierto, no estoy exagerando lo más mínimo, es tal cual es. Entras en la cueva arrastrándote, sólo puedes acceder a sus profundidades de ese modo. Entonces aprecias que de los 9 nidos ocupados que contaste la última vez, sólo queda un pollo vivo y otro que no terminas de ver. Eso hace un total de 2 de 9. Las ratas han hecho bien su trabajo, puedes verlas corretear por todo el islote, es una infestación. Ahora recuerdas a la rata que aplastaste esa misma mañana con pesar y dolor por matar a un ser vivo. Y piensas que la verdadera plaga son los humanos: “Lo mejor sería ir todos juntos de la mano hacia la extinción. Malditos humanos. Esos monos megalómanos, se creen superior al resto de las especies y somos una enfermedad. Por favor si hay algún tipo de sabiduría en el universo, acaba con este homínido prepotente antes de que sea demasiado tarde”, dices entre dientes, aunque aún no has perdido la fe en la humanidad, es inevitable que al ver tales absurdos te cuestiones al género humano.


    Terminas el trabajo en la cueva, cambias baterías en las grabadoras y cámaras trampa, gracias a ellas tienes una mejor visión de lo que allí ocurre. La tecnología facilita el estudio científico y el trabajo, pero también nos ha traído a esta situación. La pescadilla que se muerde la cola. Sales sucio, lleno de barro, guano y magulladuras. Hay tiempo al menos de darse un chapuzón en el mar y limpiarse un poco el sudor y los rasguños, antes de volver a ensuciarse otra vez en la noche. Ayudas a montar las redes para cubrir la otra cueva, más abierta donde también trabajarás esa noche y esperas a la oscuridad. Las ratas son animales nocturnos. Antes de que llegue la primera pardela las ves allí vagando y saltando por todas partes. Y dices para ti: “menudo desastre lo que los humanos le hemos hecho al planeta, ¿de verdad hay solución?" Dejas a tus compañeros en la red y vuelves a la cueva pequeña, la que se accede arrastrándose, a esperar dentro a las pardelas, mientras los otros dos lo harán en la red. A la noche no se ve bien pese a la luz rojiza del frontal, que se refleja en la roca de forma tenue, además está resbaladizo, hay una especie de mejunje por todo el suelo, formado entre las heces de palomas que también habitan la isla y la humedad del mar, una mezcla viscosa, salina y deslizante. Cuesta llegar y el pensamiento de muerte no desaparece ni un instante de tu cabeza, así cada día de trabajo, ya sea en la mar, islas remotas, cuevas de difícil acceso, bajo enormes rocas o escarpados acantilados; siempre trabajando al borde de abismos. Pero es lo que he elegido.




    Te metes en la cueva y las pardelas empiezan a llegar rápidas entre la negrura, lo hacen para atender sus nidos vacíos, recibiéndote a picotazos. No hay problema, las manos ensangrentadas son parte del oficio; en ese instante te preguntas por cuánto tiempo lo harán, antes de que sucumban a alguno de los problemas que les rodean, todos ellos causados por el Homo sapiens. Reflexionas sobre el calentamiento global, esa isla no llega a los treinta metros de altura, cuando el nivel de las aguas suba, no tendrán hogar. Te cuestionas si lo qué haces tiene algún sentido. Pasan las horas y al fin la actividad baja, puedes recoger el equipo y marchar. Miras el reloj y son las 1 de la mañana ¡Mierda! y aún hay que volver por la mar, piensas. Disfrutas de la noche y las estrellas mientras remas. Son 3 viajes más y listo. A veces hay bioluminiscencia en el agua, que se mezcla con el centelleo de los astros sobre el velo de la superficie, sin duda, la naturaleza es la mejor recompensa al trabajo, terminas diciéndote. Una vez cruzado el canal donde se juntan dos corrientes y hay que remar con fuerza, vuelves con el pasado equipo para dejarlo en la oficina. Llegas a las 2 de la madrugada exhausto a tu casa. Hoy han sido 13 horas, otros días hasta 16. Te despertaste a las 4:30 am y te irás a dormir a las 3 am mientras te duchas, cenas algo y pones una lavadora . Casi 24 horas más tarde. Aunque pude medio dormir entre la mañana y la tarde. Estás tú solo, cada día así.
    Te despiertas solo, te vas a dormir solo. La compra, hacer de comer, quehaceres diarios, limpieza, pagas el alquiler, la luz, agua, internet, etc. Ese es tu tiempo libre. Tu sombra es tu mejor amigo. El precio se está yendo por las nubes, cada vez todo más caro no da mucho para ahorrar pese a la vida austera que llevo. Sólo gastas lo que necesitas y algún viaje cuando puedas, porque eres curioso y te gusta descubrir. No eres presumido, ni vicioso, ni caprichoso, así que no gastas dinero en ropa u otras cosas inútiles. Te gusta coger el transporte público aunque funcione mal, pero siempre mejor que coger el coche como todos hacen en la superpoblada isla. Por lo menos no contribuyes a la contaminación. Intentas ser coherente con tu interior y empiezas a escucharlo, dejas de beber leche de vaca, consumir productos con aceite de palma y haces más cambios en tu dieta y estilo de vida, pequeños cambios que pueden contribuir a un mundo mejor, pero miras alrededor y qué ves, el resto hasta te ataca cuando les cuentas esto. Así que lo haces en silencio y humildemente.


    Cuestionas tu experiencia: Licenciado en biología, máster en conservación, gestión y restauración de la biodiversidad, buen nivel de inglés, licencia de anillador de aves marinas, licencia de barco y de rappel, experiencia escribiendo informes, bueno en ArcGIS y otros programas informáticos, mantenimiento de equipo sensible, usos de tecnología de distinta naturaleza, dirección de personal en el campo, experiencia multidisciplinar, etc., etc. Un buen CV, meditas, pero no llegas a cobrar mucho al mes. Te juegas el pellejo, te rompes el cuerpo y sacrificas la salud y esa tu paga apenas deja para algo más que las facturas. Y tienes suerte, en otros lugares te pagan lo mínimo o ni te pagan, se hace hasta voluntario. Recuerdas que es biología de la conservación, lo haces porque crees en ella, no por el dinero, pero no está profesionalizada, no tienes derechos y no hay fondos, el dinero va a otras cosas más "importantes" como ejércitos para hacer guerras o farmacéuticas para crear nuevas enfermedades y vender vacunas. Sí, el mundo está viciado, lo hueles en el ambiente. No es justo, nunca lo fue, ¿lo será algún día?, dejas de cavilar y te miras en perspectiva: ahí estás tú intentando cambiar el mundo, solitario e incomprendido. Nadie te da las gracias, ni te dice: bien hecho. Vives solo en otro país y lo sacrificas todo, incluso a tu pareja que está haciendo lo mismo en otro lugar lejano, ¿qué recibo a cambio?, sigues preguntándote; discriminación total, no hay apenas llamadas de tus seres queridos, ni visitas, ni méritos, esos se lo llevan otros. Sin embargo, te acuerdas que eso de los méritos no va contigo. Que se los lleve otro por no hacer nada o amasar dinero robando. Pero duele ver a tus conciudadanos, en tu país que debe ser tu casa, como te desprecian. No sólo están quietos criticándote, sino que no mueven un dedo por cambiar la realidad, ni siquiera por encontrarse a ellos mismos y ser libres. Te ignoran y marginan, creen que cuando les hablas les sermoneas, cuando sólo tratas de explicarles la verdad. Esa es la vida de un biólogo de la conservación, entre la precariedad y la marginación. Realizan el que tal vez sea el trabajo más importante, salvar a nuestra madre naturaleza desde una perspectiva científica, pero son unos despojados de la sociedad.



    Sacrificas tu vida, pero nadie recordará tu nombre y si el de uno de esos que aparecen en la TV diciendo memeces. La sociedad ha dado la espalda a los valientes y a los que de verdad han desenfundado la espada para luchar contra ese dragón que lo devora todo, ese perro de fuego. Lo más triste es cuando expresas estos sentimientos con palabras, escribiendo pues sale de forma natural de tu interior, como arte y forma de expresión verdadera, más ignorado y marginado eres. Encima debes ser fuerte siempre pese al cansancio, la enfermedad o el dolor. Esta sociedad no acepta la queja, el pensamiento crítico, la reflexión y menos aún la enfermedad. Los biólogos de la conservación debemos estar muy preparados mental y físicamente, y así debe ser. Aunque la recompensa, te la llevas dentro, al menos sabes que estás en el camino, aunque la mayoría no sepan cual es el suyo o no sean lo suficientemente valientes para seguirlo.



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