sábado, 6 de febrero de 2016

Los hijos de las estrellas

El otro día tuve un sueño. Aparecían animales salvajes y puros del mar, de las mismas olas y corrían tierra adentro. Tal vez como reminiscencia de que todos venimos del océano. Toda vida se origino en esa sopa primigenia. Y allí, en ese sórdido y hostil planeta, ya medraban los ingredientes de la vida. Pululando por las grises y oscuras primeras aguas, listos para crear. Pero todo ocurrió mucho antes, en la noche de los tiempos, cuando la primera luz ya comenzó a resplandecer y originar todo lo que llamamos universo, en la gran explosión de los tiempos, la explosión de la vida. 

     Cuando las primeras estrellas, esos primeros soles, creados del primer estallido, explosionaron a su vez, dieron lugar a los elementos esenciales para ese fenómeno inevitable e imparable que es la vida. Esos átomos, como el hierro, el oxígeno o el carbono, originados en el corazón palpitante de esas primeras estrellas, ya eran la primera semilla de nuestros orígenes. 

     Pero buscando las repuestas de nuestra especie. Imagino, como debió ser ese primer momento, en que nuestros ancestros, en el Rift Valley, el lugar más sagrado de África y puede que de la Tierra, empezaron a ponerse de pie. Posiblemente para ver por encima de las praderas y la sabana, para protegerse de los depredadores y para divisar a los buitres en vuelo y así encontrar alimentos, sin embargo, algo más profundo debió ocurrir. Al mirar a ese horizonte lejano, ese primate, ese padre, esa madre de nuestra especie, algo vio que trasformaría todo para siempre. El impulso de la vida y de querer traspasar todas las fronteras. El de transcender. Ahí empezó nuestro viaje, la odisea de la especie. Desde entonces, todo lo bueno y lo malo, toda acción cometida solo nos ha llevado por un camino, que muchos llaman evolución, que a mí me gusta llamar "nuestro viaje".

     Motivados por esa mirada que traspasa los horizontes, el humano no ha dejado de mirar a las estrellas y al más allá, como si supiera que tal vez su orígenes se encuentran en ellas o que algún día volverán allí. La ciencia más ortodoxa, lo explica todo como materia, pero mi corazón me dice que hay algo más. Esa fuerza que nos ha guiado desde que andamos por la corteza terrestre, es el momento más trascendental, liberamos nuestras manos y empezamos a construir, pero también a destruir. Muchas veces me he cuestionado, a que se debe ese mal, esa devastación, esa Shiva destructora que llevamos dentro. Pero luego he pensado, en lo que muchas filosofías o religiones antiguas llaman el "yin yang" el "Bien o el mal", "la luz o la oscuridad"...y he llegado a la conclusión, de que siempre ha acompañado al humano, es nuestra naturaleza. Es el amor y el miedo, pues eso ha formado parte de nosotros desde que ese primate empezó a andar sobre dos piernas y mucho antes. Puede que sea la historia más antigua de la tierra. Y que todos esos demonios, nos acompañen desde siempre y ocultarlos y no aceptarlos, nos ha llevado a perder el contacto con nosotros mismos y con lo que nos rodea, así que por eso, puede que ahora la humanidad esté en su época más tenebrosa, más perdidos que nunca, pues la nueva religión de la superficialidad y del dinero, nos ha seducido, la tentación más fácil.

     No obstante, la esperanza sigue intacta, pues pese a esas negruras que nos acechan, son parte misma de ese viaje y el mayor viaje es hacía dentro de cada uno de nosotros. Pues en el interior sigue estando eso que somos, lo que fuimos y lo que seremos. Como una intuición sutil pero muy profunda. Allí, se encuentran las respuestas y nunca es tarde para volver a conectar con esa verdad que albergamos, esa red neuronal, donde todos los sentimientos, buenos y malos, y todos los hechos de nuestro camino evolutivo se albergan. Compartidos con todos y cada uno de nosotros, con nuestros ancestros y puede que con nuestros descendientes, con el resto de seres vivos que en este o otros planetas habitan y el resto del universo del que formamos parte. Eso que el gran Carl Gustav Jung llamó "el inconsciente colectivo".

     ¿Adonde nos lleva este viaje sideral? Solo dentro de nosotros está esa respuesta. Y como los grandes filósofos sabían. Ese "Superhombre" de Nietzsche, el "Bebe sabio" de Kubrick o el "Hombre del inconsciente llevado a la consciencia plena" de Jung, pues ellos saben que el humano está hecho para superarse así mismo y es esta la condición humana, es la voluntad del ser. 

     Se ha intentado explicar la evolución y la definición de vida desde muchas perspectivas, el código genético del ADN, bits o paquetes de información, o desde la perspectiva religiosa, pero sin embargo, todo se trata de lo mismo, energía, ¿y no podría ser esa energía, la misma vida en sí mismo?, como la fuerza que lo guía todo, algo que a la ciencia no le gusta admitir, la teleología, que haya un fin en la evolución, pero, es algo que debería de replantearse y las nuevas perspectivas que la física cuántica abre, nos demuestra que todo está interconectado, así que puede que eso que algunos llaman alma u otros energía, sea lo mismo, esa interconexión con el tiempo y el espacio cósmico, individual y compartido, pasado y futuro, con todo lo existente, pues puede que todo el universo sea un ente vivo.

     Esta larga reflexión, es mis más intima de las que he escrito y la necesidad de compartirla con vosotros, mis amigos, no es otra que la de valorar este milagro, que es la vida, pues de las estrellas venimos y estrellas seremos. 


                            Foto de Isabel Múñoz, publicada por El Pais
http://elpais.com/elpais/2016/01/22/album/1453479533_882884.html#1453479533_882884_1453480335


J. S. Santiago 6/2/2016


      

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