El Ébola al igual que el SIDA, nacieron en el
corazón de África y no por casualidad. Este filovirus mortal fue identificado en
1976 cuando se produjo la primera epidemia mortal confirmada. Parecía haber
nacido de la nada. Se han dicho muchas cosas sobre su origen desde entonces y,
que posiblemente los murciélagos fueran el primer eslabón, ya que son
portadores del misterioso virus, al igual que otras especies animales que
conviven en las profundas selvas del continente primigenio.
Sin
embargo, nunca antes el enigmático virus, que recibe su nombre por uno de los
oscuros afluentes del río Congo, se había salido de control. Lo triste es que
no se le ha dado la importancia necesaria en los medios de comunicación más
importantes hasta que se ha confirmado a día de hoy el primer contagio fuera
del continente africano, cuna de nuestra especie.
Muchos
se preguntarán, cómo ha podido pasar esto, que la muerte microscópica se haya
salido de la ya castigado e ignorada África. Pues a occidente, parece no
interesar la agonía de esta tierra sagrada, plagada de hambrunas, guerras
civiles, matanzas étnicas y enfermedades que deberían haberse exterminado hace
décadas. Mueren millones de personas cada año en ese lugar dejado de la mano de”
Dios” y parece no pasar nada, pero si uno de sus males nos llega a nosotros, no
tarda en crearse una preocupación generalizada en las “modernas” sociedades
occidentalizadas.
A la
pregunta de por qué ha pasado todo esto, ya tiene implícitamente una respuesta,
el Ébola, al igual que el SIDA, creados o no, tienen su origen en una palabra:
Codicia. Pues esta, lleva cientos de años asolando la forma de vida de los
pueblos de África. Desde el brutal colonialismo hasta ahora, ya sea por extraer
minerales, como el coltán para fabricar nuestros preciados móviles último
modelo, para piedras preciosas como los diamantes que adornen los anillos de
esas pijas suburbanas que sueñan con casarse al estilo Hollywood, para petróleo
del que depende toda la industria mundial, para madera que adorne nuestras preciadas
casas o para mil ejemplos más que podría describir. Porque amigos y amigas,
África es un continente rico, el más rico, pero la ironía y la paradoja subyace
en esta riqueza, pues a la vez es el que más sufre la pobreza, debido a un
concepto que conocen bien las políticas europeas o norteamericanas: El
empobrecimiento sistemático, que es llevado a cabo a conciencia, para
que podamos comernos una hamburguesa de carne de vaca cebada con soja transgénica
en un McDonald, mientras visualizamos una serie de moda en nuestra tablet última
generación. Ahí está la clave, África nos proporciona nuestro modelo decadente
de vida y, simultánemente los chillidos de la peor de las muertes, la muerte por
hambre, son silenciados. Así, millones de personas son desplazadas directa e
indirectamente, esclavizadas como si fuera la edad media y condenadas al
exilio.
Nos
quejamos cuando estas gentes quieren cruzar la frontera para tener la
oportunidad de una vida mejor o cuando pasa algo como el Ébola. Pero no seamos
hipócritas, yo mismo para escribir este artículo lo hago desde un portátil y vivo
en este cómodo modelo de sociedad. No hablo de que haya que renegar de la tecnología o de
aislarse totalmente de la sociedad moderna, simplemente, concienciarnos un
poquito, porque con ese poquito, todos estas lacras se terminarían con un
chasquido. Las matemáticas lo avalan, con el gasto militar de los poderosos
Estados Unidos, se acabaría el hambre en el mundo entero y todos los problemas que implica. Si hubiera sido
así, a lo mejor, nunca habrían surgido enfermedades tan graves como el SIDA o
el Ébola y quién sabe, ni existirían injusticias o terrorismo. Sin embargo,
parece que esto es soñar demasiado, o es lo que nos hacen creer, con la
afirmación: somos así. Pues bien, lo que no saben es que esto también quiere
decir, que el día que algo se salga de la línea establecida, los mismos que
hacen esa afirmación, sufrirán las consecuencias y ahí es cuando se quejarán. Y
qué ironía, eso parece que es lo que está pasando ahora. Occidente se queja de
algo que lleva provocando siglos.
Muchos
expertos ya lo dijeron, el Ébola es algo que debe estudiarse a fondo y hay que
poner medios para evitar que se extienda. Países con menos recursos como Cuba o
Argentina mandaron sus mejores médicos para combatirlo, nosotros no hicimos
nada. La ignorancia es la peor de las suertes. Nuestra dicha se debe a esta ignorancia,
porque ignoramos a todo un continente durante muchos años. Además, lo saqueamos
a placer. Multinacionales importantísimas y gobiernos enteros detrás de todo,
para que sus beneficios se duplicaran año tras año. Farmacéuticas despiadadas probando
sus enfermedades de diseño y sus curas artificiales con la población para
asegurarse una demanda y un mercado por los siglos de los siglos.
Hay
quien dice que este virus nació en lo más profundo de la selva africana con un único
objetivo, acabar con esa codicia humana que estaba devorando al mundo entero. Como
si fuera un castigo divino o un nuevo diluvio. Pero no creo en las religiones
que dictan este tipo de argumentos, pues ellas mismas son en alto porcentaje
culpables. El humano, también nació en este continente y se extendió por el
largo y ancho mundo, pero parece que hemos olvidado nuestros orígenes, ahora
otra forma de vida más simple, ancestral y primitiva, ha venido para
recordarnos esto y darnos la cura de humildad que merecemos y ha venido para
quedarse. Así, la codicia humana, ha generado el Ébola, esta es mi rotunda conclusión,
y para mí, la única verdad. Pero cuál es la verdadera enfermedad, el letal
filovirus, o nosotros mismos, como diría el sabio Jiddu Krishnamurti: No hay
que estar demasiado ajustado a una sociedad profundamente enferma.
Me despido
haciendo una última advertencia, el miedo es lo que más hay que temer, si
dejamos que ese miedo nos gane entonces ya no habrá esperanza, antes era el
miedo al terrorismo, luego a la crisis y ahora será al Ébola. Yo pienso que es el miedo lo
que hay que vencer, miedo a un mundo mejor. Buenas tardes y espero levantar
conciencias, pues pienso que la lucha cultural es el único camino para mejorar
de esta enfermedad que padecemos, la sociedad del consumo.
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